El hombre en la oscuridad

martes, 6 de octubre de 2015



Este personaje es como los otros. Trabaja ocho horas diarias y vive en un apartamento compartido de estrato medio. Mide poco más de metro cincuenta, y su cabello cae como las hojas en otoño. Simple, así es él y así pasa su vida.

Lo atrae la oscuridad.

Ocho en punto, llega al parque. Lleva a rastras un maletín porque la tiranta se rompió. Arreglarla no vale la pena, se romperá otra vez. Se sienta en las gradas de cemento, y entre sus piernas pone su maleta, se ve algo pesada. Tiene la mirada adherida al firmamento, parece contar con las estrellas los sueños rotos, los errores cometidos la esperanza perdida.

Fuma. Sujeta entre los dedos de su mano izquierda un cigarro anónimo. Todo le es exagerado: la noche muy negra, el aire demasiado fresco, el silencio ensordecedor. En aquel parque brillan más que las estrellas los porros que fuman jóvenes desordenados que lo rodean. No lo ven. Nadie lo ve. Está ahí sin importarse él ni los otros.

Va de negro, derruido en cavilaciones. Sigue con la mirada puesta en el firmamento. Se perdió hace mucho tiempo; entre la brisa, el humo y los aullidos de la gente.

No se mueve. Tiene la postura de un soñador fracasado, de triunfador vencido. Se sienta a solas para encontrarse. Sueña ver la grieta por donde se derramó y se derrama- la sangre y el talento quimérico. Sueña con vivir un poco más, no para ser feliz, para hallar la respuesta. 

Algo tiene que ver una sombra que lo persigue. Una noche como esta, oscura, vio a sus padres por última vez. Estaban felices de ver cómo su hijo de cinco años sobrepasaba el umbral de lo increíble. Entre besos y abrazos ya olvidados durmió. Se arrepiente de hacerlo, algo cree- pudo haber hecho para evitar su muerte.

Llora.

Se siente inútil desde aquel día y no se permite olvidar. En cada noche donde la luna desaparece está él sentado en el parque, refugiado en la oscuridad donde tiene su último recuerdo feliz.

Su reloj marca las ocho treinta. Aquel cigarro como su vida, se apagó. Se levanta, agarra su maleta y vuelve de la oscuridad.


Camina y muere de nuevo.
Diego Álvarez

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