La mujer que leía I

viernes, 19 de junio de 2015

Párrafo aclaratorio: Este cuento nació de un pequeño momento en un bus, después de un tiempo archivado y algunos amigos consultados, decidí hacer una serie de cuentos de distintos géneros con este mismo personaje, ésta es la primera entrega.
I


Era de noche. Aunque se me había hecho tarde, decidí no irme en transmilenio para estar cómoda. En el bus hice lo de costumbre, dejar la maleta en el suelo y sacar un libro. Luego de leer algunas páginas, levanté la vista para descansar, mirando a las personas que estaban en el bus: un muchacho barbudo concentrado en el celular, un hombre de traje que estaba cerca de su parada y una mujer que leía.

Aunque estoy acostumbrada a ver gente que lee en este tipo de lugares, siempre me causa curiosidad ver los títulos de los libros. En este caso, la muchacha leía unas copias. Su rostro era blanco y redondo. La luz fosforescente del bus la hacía verse pálida. Unos lentes browline ocultaban sus ojos grandes y oscuros. Vestía un traje azul, parecía que salía de trabajar.

Entonces vi cómo se concentraba en la lectura, sumida en las palabras, su ojo izquierdo parpadeaba involuntariamente y de su boca salían sonidos indescifrables. No quería incomodarla, así que volví  a la lectura. Cuando levanté la vista de nuevo, la mujer había decidido modular las palabras que leía, cosa que disminuía notoriamente sus tics. 

Noté cómo su rostro se volvía cada vez más blanco, la silla a su lado estaba vacía y me senté allí. Después de dejar el libro en mi maleta.

- ¿Está enferma?-  atiné a preguntarle
- No - respondió ella
- Esta pálida - dije para demostrar mi punto.
- Estoy bien, no se preocupe- después de responder esto siguió leyendo las copias.

En ese momento el vehículo se detuvo secamente. El conductor hizo bajar a todos los pasajeros. Estábamos en un lugar con poca luz, al frente de un parque de madera vieja. 

- Esperen el otro bus- gritó el conductor. Hizo una llamada y puso un cono naranja en la parte de atrás del carro.

La mujer se sentó en el paradero y continuo su lectura. No quise molestarla, así que me quedé de pie. Al cabo de unos minutos, empecé a notar lo solitaria que era la carretera, ningún carro había pasado por allí. Me sentía intranquila y decidí sentarme al lado de la mujer. Solo estábamos el conductor, ella y yo.

El conductor se llamaba Miguel, era un hombre chaparro de unos treinta años, tez morena y bigote espeso. Durante todo el tiempo, no hacia más que mirar el motor del vehículo que al parecer se había averiado. Volví a ver a la mujer y noté una cicatriz a lado de su oreja, su piel había perdido el color, su rostro era cadavérico. Tenía unas ojeras profundas.

Estaba sumida en mis pensamientos, cuando sonó el motor del bus. El conductor nos invito a pasar y yo subí rápidamente porque hacia frío. Apenas entré, el conductor cerró la puerta. No había nadie más.

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