LA OPINIÓN PÚBLICA
lunes, 13 de julio de 2015LA OPINIÓN PÚBLICA
Gabriel García Márquez*
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Foto tomada de www.elmundo.es |
Esa extraordinaria personalidad de mujer dos veces divorciada la ha convertido en la confidente predilecta de todos los cronistas del mundo. Ella, sin embargo, tiene el privilegio de poder desbarrar sin consecuencias funestas y lo aprovecha con una gracia exquisita, con un estratégico sentido de la irresponsabilidad deliberada. Cuando en los Estados Unidos el senador Gillette habló sobre una nueva política del café, la opinión pública colombiana se sintió directamente aludida y resolvió que las navajillas de afeitar que se consumieran en el país, fueran de todas las marcas existentes, menos de las tradicionales y aprestigiadas Gillettes de acero azul. Una típica maniobra del buen humor que siempre pone en juego la opinión pública.
Y como no es sólo entre nosotros, sino en todos los rincones del mundo, donde la honesta señora define el curso de los hechos nacionales y se toma ciertas libertades equívocas de mujer pública, en Sidney está ahora haciendo de las suyas, a raíz de una encuesta que un periodista del «Sidney Sunday Sun», semanario de la capital australiana, viene realizando con base en la popularidad del secretario general de las Naciones Unidas, Trygve Lie.
Parece que el acucioso periodista se dirigió a uno de los barrenderos del ayuntamiento, creyendo encontrar en él vinculaciones directas con la opinión pública, y el barrendero respondió que Trygve Lie «debía de ser una de esas máquinas que han inventado en los Estados Unidos para descubrir cuándo una persona dice verdad y cuándo dice mentiras». Un mozo de lechería, llamado Leslie Lindsay, respondió, después de una larga y filosófica meditación, que Trygve Lie «era cualquier cosa y seguramente muy conocida, como una cafetera o una estufa». Y por último, una tendera de Sidney, llamada Betty Dinham, contestó que Trygve Lie era, sin lugar a dudas, el jugador de fútbol internacionalmente más famoso y de nacionalidad francesa, «a pesar de su apellido oriental».
Interesado en saber qué diferencia fundamental existía entre la opinión pública de Australia y la de Colombia, he llegado a donde la vendedora de baratijas de la esquina -«Cualquiercosaria»- y le he preguntado su opinión acerca de Trygve Lie. Y la señora me ha respondido, con una solemnidad digna de un ministro plenipotenciario, que Trygve Lie, según le parece, «son unas ampollas intravenosas». Lo que quiere decir que la opinión pública, tanto aquí como en Australia, está en magníficas condiciones mentales.
*Este artículo fue escrito en Junio de 1950 para el periódico El Heraldo.
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